La colecistectomía laparoscópica es la extirpación de la vesícula biliar utilizando una cámara de vídeo y un material especial que permite realizar la intervención mediante unas incisiones muy pequeñas, sin abrir el abdomen.
La realización de incisiones muy pequeñas no solo tiene ventajas estéticas, además se reducen las infecciones postoperatorias y disminuye el dolor postoperatorio. Como consecuencia de ello, es menor el periodo de ayuno, el de encamamiento, el tiempo de ingreso hospitalario y el tiempo de baja laboral. También se reduce el riesgo de hernias en las incisiones al ser éstas más pequeñas.
Por el contrario, el abordaje laparoscópico supone un discreto aumento en el número de lesiones de los conductos biliares, a lo que el cirujano deberá prestar especial atención.
La existencia de intervenciones abdominales (especialmente en la zona de la vesícula) y la inflamación de la vesícula (colecistitis) son las dos causas que con más frecuencia impiden que la colecistectomía se pueda realizar por vía laparoscópica. Otras veces, una intervención iniciada por laparoscopia es necesario concluirla con un abordaje convencional, en lo que los cirujanos llamamos conversión, sin que esto deba ser entendido como una complicación.
¿Qué es la vesícula?
El hígado produce una sustancia llamada bilis que se excreta al intestino para favorecer la digestión de las grasas. La vesícula es un órgano en forma de bolsa en la que se guarda la bilis para liberarla al intestino tras una comida. Está situada en le lado derecho del abdomen, pegada a la cara inferior del hígado y se comunica con el conducto biliar mediante otro tubito, el cístico. Generalmente, la vesícula recibe su sangre a través de una arteria cística que proviene de las arterias del hígado.
¿Por qué puede ser necesario quitar la vesícula?
La colelitiasis es la principal causa de colecistectomía. La colelitiasis es la aparición de “piedras” o cálculos en la vesícula. Estos cálculos se producen por la precipitación de las sales biliares en la vesícula (como cuando disolvemos demasiada sal en un vaso de agua). Los cálculos pueden provocar dolor (cólicos biliares), inflamación de la vesícula (colecistitis), obstrucción de los conductos de la bilis (ictericia), su infección (colangitis) o inflamación del páncreas (pancreatitis).
La aparición de pólipos en la vesícula también en una causa de colecistectomía. Una vesícula prezosa (que no funciona adecuadamente puede ser motivo de mala digestión que aconseje el operarse.
Unicamente su médico y cirujano puede aconsejarle adecuadamente sobre los riesgos y beneficios de operarse de la vesícula biliar.
¿Qué pasa cuando se quita la vesícula?
En general, que desaparece el dolor ocasionado por las piedras, mejorando la calidad de vida de los pacientes. La pérdida de la función de la vesícula no suele ocasionar ningún problema, probablemente por la dilatación que se suele producir en los conductos biliares tras la colecistectomía y que serviría para realizar esa función de reserva de la bilis.
En algunas ocasiones, los pacientes refieren aumento del número de deposiciones, sin que, en general, eso suela provocar problemas importantes.
¿Cómo se desarrolla la intervención?
En general, los pacientes ingresan el mismo día o la noche anterior a la intervención. Dependiendo de los centros, antes de llevar al paciente al quirófano se pueden realizar algunas medidas preoperatorias como canalización de una línea intravenosa, administración de un antibiótico o un tranquilizante, colocación de medias de compresión en las piernas, rasurado del abdomen, …
La intervención se realiza con anestesia general y suele durar entre 15 minutos y 1 hora según las dificultades que encuentren los cirujanos.
Si no hay problemas, lo habitual es que los pacientes pasen a la habitación tras la intervención, pudiendo recibir el alta el mismo día o el siguiente una vez comprobada la recuperación de la consciencia, la deambulación, la ingesta oral y la micción.
El postoperatorio en casa
Los primeros días es habitual notar hinchazón en el abdomen y dolor en las heridas quirúrgicas que suelen ceder con los analgésicos habituales: paracetamol, metamizol,… También puede ayudar la utilización de una faja tubular elástica.
Poco a poco se puede ir recuperando una dieta cada vez más amplia, en la que al final suele poderse ingerir cualquier tipo de alimento que no esté contraindicado por otra causa.
También se suele ir recuperando la actividad física en pocos días, siendo habitual el reinicio de la actividad laboral entre el final de la primera y tercera semana postoperatoria.
¿No puede haber complicaciones?
Por supuesto que sí. Como cualquier intervención quirúrgica, y casi cualquier actuación médica, pueden existir complicaciones.
Las más frecuentes suelen ser leves como el hematoma en las heridas quirúrgicas, la infección de las mismas, las flebitis o el retraso en la recuperación del movimiento intestinal
Menos frecuentes pero algo más serias son la hemorragia interna, la fuga de bilis, la formación de abscesos, la inflamación del páncreas o la aparición de trombos en las piernas.
La lesión de los conductos biliares o del intestino, la embolia pulmonar o el infarto son complicaciones muy poco frecuentes pero que pueden resultar graves.
En conclusión, en manos expertas, la colecistectomía laparoscópica en una técnica que, cuando está bien indicada, mejora de manera importante la calidad de vida de los pacientes. Tanto es así que resulta una de las intervenciones más satisfactorias para los cirujanos y los pacientes, en la que los beneficios superan con mucho a los riesgos y las molestias.